Alguna vez dije que las mejores despedidas eran las que no incluían ningún adiós. Debo retractarme. Hay veces en las que esta palabra –premonitoria del silencio y el vacío más absolutos- puede convertirse en el elemento perfecto para sellar un final. Solo hay que saber qué ingrediente especial agregar.
Otras veces –ni modo- desaparecer sin decir adiós es la mejor decisión que podemos tomar.