Tristes despedidas

*A ocho meses del último post, escribo las líneas finales de este blog, con nostalgia por lo vivido a través de las palabras, y con la certeza de volver pronto –aunque en otra bitácora- con historias similares pero más cercanas y entendibles para todos y no solo para mí, más abiertas y mucho más explícitas. Cada final siempre es un nuevo comienzo.
 a stubborn heart remains unchanged(8)

Alguna vez dije que las mejores despedidas eran las que no incluían ningún adiós. Debo retractarme. Hay veces en las que esta palabra –premonitoria del silencio y el vacío más absolutos- puede convertirse en el elemento perfecto para sellar un final. Solo hay que saber qué ingrediente especial agregar.

Otras veces –ni modo- desaparecer sin decir adiós es la mejor decisión que podemos tomar.



HAY COSAS QUE NUNCA MUEREN
Cuando te conocí, seis años atrás, me dijiste que algún día –tarde o temprano- zarparías a otro mundo, muy lejos de aquí. Sonaba tan distante que se sentía gaseoso. Tú estabas aquí y era lo único que importaba. Hoy ya no estás, pero no puedo decir que entonces nada importa. Aunque me gustaría.

Cómo me derretía por ti, ¿verdad? Esta es la primera confesión: no salía de mi casa los fines de semana solo para quedarme horas hablando contigo por msn. Prefería pasar la noche viéndote por la webcam que cualquier otra cosa. Cómo nos reíamos. Cómo me estaba ilusionando…

Qué mal jugué mis cartas, ¿no? Me pasé meses de meses culpándote, resentido por irte con otro, sintiéndome como un imbécil por no darme cuenta antes, pensando que habías jugado conmigo, acusándote de inmadura e insensible. Lo primero que debía haber hecho era mirarme al espejo: reprenderme por no visitarte más seguido, por no sorprenderte con algo bonito, por no abrazarte más fuerte cuando conversábamos en tu sillón. Debí reprocharme no haberte dado la mano en el cine, no regalarte todos esos poemas y canciones que te escribí, y recordarme lo estúpido que fui cuando hui de tu casa esa noche perfecta de cita doble. Sí, te dejé con tu película, tu gaseosa y tu canchita. Cuántas veces quise retroceder en el tiempo y hacerlo todo distinto.

Segunda confesión: me gustaste desde la primera vez que te vi y hasta cuando ya me gustaba otra chica. Por eso quedaba contigo para encontrarnos en la universidad después de clases, te llamaba de vez en cuando para hablar por horas, veía tus fotos, y todo lo hacía a escondidas.

Tercera confesión: sé que te moví el piso en el cumpleaños de una amiga, un año después de todo. Esa no te la esperabas, ¿cierto? Pero lo tuyo era sistemático: cada vez que te peleabas con él, hacías un amago de intentar algo conmigo. Esa fue la última. Luego solo habrían recuerdos, conversaciones nostálgicas, el inevitable “y si…” que sentenciaste años después con un “fuimos unos tontos. Si nos gustábamos, debimos haberlo hecho”.

Cuarta y última confesión: cuando me dijiste que te ibas -pensado que quizá (no sabía casi nada sobre tu partida) fuese la última vez que te vería- planeé la despedida. Te recogería de tu casa, te llevaría a un lugar bonito donde me contarías todos tus planes y sueños, evocaríamos cosas del pasado, nos reiríamos hasta que nos doliera la panza, haría algún conjuro para congelar ese momento y revivirlo cada vez que quisiera, y entonces te llevaría de vuelta a tu hogar, te daría el abrazo más prolongado que te haya dado jamás, te diría que te adoro y haría lo que quería hacer desde hace seis años: darte un beso en donde se juntan tus mejillas. Estoy seguro de que hasta ahora tendría el sabor de tus labios saboreados por los míos.

Pero te fuiste -sin decir adiós- y nada de eso pasó. Solo silencio, solo lejanía. Me quedé tocando los temas que te compuse; escribiéndote estas líneas sinceras; mordiéndome la lengua, tapándome los oídos y vendándome los ojos porque ya no habrá más salidas ni conversaciones infinitas. No te culparé. Sé que no fue por malicia. Sé que serás feliz. Y eso es lo que más importa. Vuela, mi chapulina. Vuela lo más alto que puedas. Adiós, princesa. Sigue linda. Sigue necia.


PD: Luego de escribir esto (aunque antes de publicarlo), me llegó un mail tuyo y tu incapacidad de despedirte de la gente cuando te tienes que ir. Lo comprendo. ¿Pero qué dirás después de leer esto? No sé si quiera saberlo.

te veo, me sonrojo y tiemblo... que idiota te hace el amor(8)


HAY COSAS QUE MUEREN PARA QUE NAZCAN OTRAS
¿Se supone que no debo saberlo? Bueno, lo sé. Desde hace tiempo que hacías saber al mundo tus intenciones, pero no fue sino hasta hace poco que empezaste a hacerlas más formales. Contigo también haré confesiones. La primera: me pasó de vueltas escuchar “se están comprometiendo”.

Puedes estar tranquila. No me deprimí ni nada por el estilo. Luego entendí que fue más bien un sentimiento de soledad, de nostalgia por cómo resultaron las cosas. Tú obtienes lo que siempre quisiste: alguien que te acompañe donde vayas y con quien te cases, por fin, estando segura de que tu vida será exactamente como la planeaste, y no dudando con otra persona.

Segunda confesión: has sido la única chica a la que he amado de verdad. Por eso pasé por alto cosas que jamás volvería a perdonar, y por eso me costó tanto dejar de estar resentido cuando todo llegó a su fin.

Se supone que somos amigos, así no nos contemos nada de nuestras cosas personales. Basta saber que estás ahí y que –eventualmente- me podrías dar una mano. Y yo a ti.

Que te vaya bien, entonces. Contigo aprendí mucho sobre cómo llevar una relación: qué hacer y qué no hacer, cómo amar y cómo sobreponerse al desamor. Lamentablemente, no soy de los que aprende a la primera en estas cosas amorosas. Igual, -y te lo digo sinceramente- gracias. Gracias, por romperme el corazón.

Y gracias por las excelentes personas que me hiciste conocer. Una más especial que la otra.

When you love someone, but it goes to waste(8)


HAY ADIOSES QUE NO SON FINALES
Cuánto lo he intentado y cuánto he fracasado. Una, dos, tres veces. ¿Recuerdas cuando me dijiste que yo era para ti como una droga? Algo que te gustaba, pero que no debías hacer. Olvidé decirte que tú también lo eres. Primera confesión: si se me cruzó por la mente una cuarta oportunidad, tiene que ser porque realmente sentía algo (te juro que pensaba que ya no). ¿Cómo lo llamarías tú? ¿Amor? Seguramente obsesión. Sí, pues, no formo parte de esas cuatro relaciones a las que hiciste referencia hace poco. Lástima para mí.

Qué puedo decir: esa tercera vez me prometí no volver a formar parte de dramas ya vividos. Cuando reapareciste me sorprendió pensar que la tragedia parecía haberte dejado; luego me di cuenta de que la realidad era muy distinta.

La verdad es que no pudiste escoger peor momento para hablarme nuevamente. Segunda confesión: hasta ahora siento algo en el pecho cuando mencionas su nombre, aunque cada vez menos. ¿Por qué diablos nos dimos ese beso? ¿Por qué demonios tienes que decir cosas como la que dijiste después de eso?

Tranquila, eres mi amiga. Aunque aún hablemos en código a veces. Aunque aún el silencio y la omisión de temas o personas sean parte del común denominador de nuestras conversaciones. A pesar de que tenga que callar lo que ya hice obvio en estas líneas. Esto tiene que parar. Quiero que corras hasta el infinito. Yo siempre iré detrás.

I wanted to control it, but love i couldn't hold it... we met by a trick of fate(8)


Y NO SON VERDADEROS FINALES SI NO HAY ADIOSES
Quiero decirte muchas cosas y no me atrevo. Primera confesión: te extraño. Extraño lo que teníamos: tus abrazos, tus besos, tu manera cariñosa de tratarme, de preocuparte por mí, de estar pendiente, de ayudarme con mis cosas y, por supuesto, esos furtivos encuentros en donde tú y yo éramos las estrellas lujuriosas de noches de desenfreno. Sexywood, churra. Así deberíamos rebautizar al espacio de nuestros pecados.

Segunda confesión: me siento culpable. Sé que yo te alejé. Es algo que suelo hacer, no sé bien por qué. Alejo a la otra persona y días después me doy cuenta de que la echo de menos, de que sí lo quiero intentar. Y vuelvo.

Última confesión: estoy seguro de que en otra vida hubiésemos sido felices. ¿Y si en esta también? Sin tener que escondernos, sin que sea algo prohibido. Nos hubiésemos permitido intentarlo, ir más allá, no tener miedo de descubrir lo que podíamos sentir. Yo al menos descubrí que te quería más de lo que pensaba. Y que te extraño. Te extraño mucho, pequeña.

Sé que en un principio dije que estaba prohibido sentir algo más. Pero me hubiese encantado romper esa regla y confirmar –así sea en secreto, ¡ya qué diablos!- que no te quería ni un poquito lejos por nada del mundo.


Cuatro historias y cuatro despedidas. Aunque la vida me ha enseñado que los finales pueden ser infinitos. Dulce contradicción.

Trust in me when I say...(8)



alucina con
No te escribiré un poema
Se acepta chicas normales
A mí me gustan todas
Los amores prohibidos y los amores imposibles
QUE DIOS TE COJA CONFESADA
Ese difícil oficio de siempre hacer reír